Cada vez que comienza una temporada de “The Wire” ocurre lo mismo: demasiados personajes nuevos, demasiados hilos argumentales, demasiados cambios de escenarios, pero siempre conseguimos cuadrar el círculo. Antes de llegar a mitad de temporada volvemos a estar atrapados en las calles de Baltimore. No quiero que se acabe.
En esta nueva entrega nos adentramos en pleno corazón de las escuelas con una ciudad inmersa en un proceso electoral. El equipo habitual de guionistas nos relata uno por uno los problemas con los que se encuentra cualquier escolar en el infierno. Los caminos parecen difíciles, pero al final en la mayoría de los casos es el mismo. Pryzbylewski, nuestro detective expulsado de la policía vuelve como profesor a la primaria, a través de su trabajo seremos espectadores de como es el tránsito de los chicos desde los pupitres a las esquinas.
Por las calles transitan personajes magistrales; “Snoop”, una psicópata adolescente con aspecto aniñado, fría como el hielo. Las cosas que no son lo que parecen siempre son las más terribles. Sublime personaje. “Marlo Stanfield”, heredero del monopolio de venta de drogas tras la caída de Barksdale, joven e inteligente va muy por delante de la policía. Nuestro “Omar Little” justiciero entre ladrones, robar a los grandes para vivir escondido porque ama su ciudad.
Pero lo increíble de esta serie, lo verdaderamente magistral, es el fino y estructurado retrato del capitalismo. El poder corrupto y demagógico, la escuela enferma por la falta de presupuesto y la necesidad de resultados, la policía completamente lastrada por la mano política, además, repleta de ineptos e inoperantes vagos salvajes sin cerebro y las calles dominadas por la ley del más fuerte. A pesar de todo, todavía hay algunos empeñados en cambiar las cosas.
La mejor serie de todos los tiempos, sin dudarlo.
C.